En los últimos años, el concepto de envejecimiento activo ha adquirido una gran relevancia ya que, desde un punto de vista sociodemográfico, se está viviendo en la actualidad un envejecimiento cada vez más acusado de la población. Ante esta realidad, se hace necesario incorporar políticas, modelos de estudio y recursos asistenciales para garantizar una intervención y promoción en este ámbito.
Existen diferentes terminologías que hacen referencia a este hecho. En sus orígenes, los primeros modelos eran denominados “modelos de envejecimiento con éxito”, cuya corriente provenía principalmente de América. Por su parte, en Europa, han sido denominados como “modelos de envejecimiento activo” o “modelos de envejecimiento saludable”. A partir de los años 90, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dedica parte de su investigación e intervención al concepto de envejecimiento activo. Esta entidad lo define como:
“El proceso en que se optimizan las oportunidades de salud, participación y seguridad a fin de mejorar la calidad de vida de las personas a medida que envejecen”.
Tras esta definición hay un mensaje clave que ha supuesto un cambio frente a concepciones anteriores, y es que hablar de envejecimiento activo no se reduce exclusivamente a la presencia de una participación laboral, económica y una mirada orientada a la salud de esta población. Para entender este concepto es necesario tener en cuenta los aspectos psicológicos, sociales y económicos, que además confluyen en un contexto cultural y con diferencias de género.
Dentro de estos tres pilares fundamentales: participación, salud y seguridad, la OMS apunta a 6 determinantes fundamentales sobre los que se debe prestar especial atención:
- Actuación por parte de los servicios sociales y sanitarios: promoción y prevención de la salud, servicios de salud mental, etc.
- Determinantes conductuales: tabaquismo, actividad física, alimentación sana, etc.
- Determinantes personales: factores psicológicos, genéticos y biológicos.
- Determinantes del entorno físico: entornos físicos de seguridad, de prevención de caídas, etc.
- Determinantes del entorno social: apoyo social, violencia y abuso, educación y alfabetización.
- Determinantes económicos: ingresos, protección social y trabajo.
La segunda parte fundamental que engloba este concepto se centra en indagar sobre las líneas de intervención llevadas a cabo para la promoción de un envejecimiento activo.
Algunos modelos se centran en una intervención enfocada a la promoción de: a) la actividad física: disminuye el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, metabólicas y osteoporosis; b) estimulación cognitiva: enfocada en la promoción de los procesos de memoria, atención, orientación global y funciones ejecutivas; y c) intervenciones alimenticias y el control de la dieta: promoción de una alimentación equilibrada y prevención de obesidad.
Estos 3 factores han demostrado tener una relación directa entre ellos, dado que la actividad física se relaciona con la presencia de beneficios en las funciones cognitivas, y a su vez, estas se ven directamente influenciadas, de forma bidireccional, por las pautas alimentarias.
Algunos estudios más actuales han ido introduciendo nuevas variables acorde a la evolución de la sociedad, como son el papel de las variables sociales en relación con el uso de la tecnología. Cada vez son más los adultos mayores quiénes se interesan en el uso de las redes sociales, principalmente WhatsApp, seguidas de Facebook y Twitter. Es por ello por lo que la alfabetización digital está comenzando a ser parte de diversos programas de envejecimiento activo.
Si algo se ha podido entrever en estos últimos años, es que la sociedad cambia y avanza a un ritmo vertiginoso. Por tanto, es importante considerar todas estas variables para poder enfocar el envejecimiento activo de tal modo que progrese conjuntamente con la sociedad actual.
Se ha avanzado en la investigación en el campo de la gerontología, pero el enfoque sigue estando muy centrado en la prevención terciaria, es decir, intervenir cuando las dificultades o el deterioro de nuestra población de adultos mayores es evidente. Numerosas investigaciones han demostrado cómo la proporción de vida que se disfruta con buena salud ha permanecido estable, lo que indica que vivimos más años, pero estos últimos se caracterizan por indicadores de mala salud.
Es por esto último que queda como tarea pendiente partir de una prevención primaria, focalizada en la promoción de hábitos saludables, que actúen como factores protectores ante las principales enfermedades en esta etapa del ciclo vital.
Como conclusión, la OMS propone cuatro principios sobre los que fundamentar la promoción del envejecimiento activo: a) cambiar la visión, pensamientos y mitos sobre el envejecimiento; b) desarrollar sociedades que fomenten la participación de las personas mayores; c) facilitar una intervención personalizada y de calidad desde los servicios de salud primaria y d) proporcionar asistencia a largo plazo a las personas que lo necesiten.
Alba Soler Mora
Psicóloga Sanitaria del Centro Logopédico y Psicopedagógico Aesara