Logopedia desde mi experiencia
Logopedia desde mi experiencia

Hace ya diecisiete años que me asomé a esto de la Logopedia, y doce que decidí dedicar mi vida a ella.

Me ha acompañado en sesiones de terapia con niños y adultos, en reuniones con madres, padres, logopedas, maestros, psicólogos,…; en chuletadas, fiestas, reuniones familiares, viajes,… Jeje! Sí! Como parte importante de mi vida, se mete en mi bolsillo y me acompaña sin preguntar. Y, aunque he pasado por duros momentos y he tenido ganas de abandonar, he aprendido mucho junto a esta bonita compañera, mi profesión, y por supuesto, cuanto más sé, más creo que debo saber.

Ahora acompañadme voso tros unos instantes… Pensemos en ese niño que no quiere leer en clase porque no sabrá decir la “r” y siente miedo, vergüenza, inseguridad, por algo que no ha elegido y no consigue corregir… DISLALIA.

Y ese chico que no quiere decirle a su amiga que le gusta porque se “trabará”, tartamudeará y está seguro de que será rechazado… DISFEMIA.

O en ese “peque” que lucha desde su silla de ruedas para poder masticar, tragar, emitir algún sonido o señalar un pictograma que con éxito nos diga lo que necesita… PARÁLISIS CEREBRAL.

En el señor que llamó a su hija por teléfono y pensó que estaba quedando con ella, cuando lo cierto era que “decía cosas sin sentido” y acabó en una ambulancia a regañadientes sin saber que algo sucedía en su cerebro… ICTUS.

Y en el abuelo que intenta contar historias de su juventud a sus nietos, luchando contra los movimientos involuntarios que dominan su cuerpo y se apellidan PARKINSON

Podríamos seguir mucho rato mencionando historias de personas que necesitan ayuda de distintos profesionales, pero mi intención es sólo destacar algo común a todos ellos, necesitaron un “Logopeda”.

Y es que, cuando esos nombres en mayúscula tienen rostro, empieza mi trabajo, mi lucha diaria es descubrir qué necesitan, enseñar las herramientas adecuadas para conseguirlo, acompañarles en el camino, escucharles y recordarles, o descubrir junto a ellos, de lo que son capaces, lo que pueden llegar a ser, o a conseguir.

Y después de esto, lo que queda para mí son las sonrisas, la gratitud, los logros, las historias, la experiencia y muchas cosas más. Porque se me dibuja en la cara una sonrisa cada vez que oigo a un niño hablar o le veo signar, cada vez que a un padre se le ilumina la cara con una palabra, un signo o las historietas que le cuenta su hijo.

Me emociono cuando recuerdo que uno de mis “peques” quería amigos, pero no sabía cómo conseguirlo… Empezamos por cómo saludar y ahora los enumera como sus tesoros.

Reconozco que me marcó saber que “yo” era la ilusión de un señor que me esperaba cada mañana para tener su ratito de logopedia y lograr charlar sobre sus vivencias pasadas, como buenamente podía, después de haber sufrido un Infarto Cerebral.

Me enorgullece saber que “mi niña” con tartamudez, que no se atrevía a pedir el pan, sea una gran chica que vive en Barcelona y estudia una carrera cuya profesión exige el contacto directo con pacientes.

Y que aquella otra, cuya voz era ronca y débil, y hacía de su habitación un palacio de seguridad, ahora es fuerte y hermosa y sigue su camino por la vida con ilusión y paso firme.

Comunicación, Lenguaje, habla, voz, audición, deglución, confianza, seguridad, autoestima, habilidades sociales,… Es mucho más de lo que incluso yo imaginé cuando oí hablar de Logopedia por primera vez.

Y soy consciente de que me dejo en el tintero muchas patologías, trastornos y muchas historias importantes de las vividas en mis años como logopeda. No obstante, mi intención ha sido acercaros esta bonita profesión, desde mi humilde experiencia, sin aburriros demasiado.

He aceptado con cariño que seré siempre logopeda, principalmente porque amo mi profesión, y lo que aporta a la vida de los que por obligación, curiosidad o simple casualidad, se acercan a ella como yo.

Susana Nieto Trujillo
Logopeda y Maestra de Educación Especial
Centro Logopédico y Psicopedagógico Aesara